Siendo honestos, la cosmética nunca debió estar enfocada a uno u otro sexo, salvo ciertas parcelas muy concretas. La cosmética, como la piel, es una cuestión sin género, más vinculada a la persona, a su organismo, metabolismo y tipo de piel, que a ninguna cuestión relacionada con declarar un género u otro. Pero hay excepciones, claro está.
Si la cosmética se dividió por sexo en sus inicios comerciales fue por una mera cuestión cultural que el marketing recogió para vender estos productos cosméticos de la mejor forma posible. Pero para explicar todo esto, tenemos que remontarnos un poco en el tiempo y diferenciar el hecho de utilizar cosméticos para mejorar el estado de nuestra piel y nuestro aspecto, del hecho de comercializarlos. El surgimiento del mercado cosmético, allá en los albores del siglo XX, supone la creación de esta división entre lo femenino y lo masculino.
La cosmética como tal existe desde hace, al menos, 7.000 años. Es decir, tenemos registros históricos o arqueológicos de productos cosméticos, productos utilizados para cuidar o realzar el aspecto externo del ser humano, desde 5.000 años antes de Cristo. Más o menos cuando se considera que dio comienzo la civilización. Es decir, que la cosmética es tan antigua como el hecho de agruparnos en sociedades complejas. Lo que no deja de tener cierto sentido, porque fue entonces cuando el ser humano comenzó a trabajar la agricultura, fundar ciudades y elevar su nivel de vida y capacidad de supervivencia. El primer momento en la historia en el que el ser humano pudo empezar a preocuparse por otros asuntos que no fueran el de comer y sobrevivir; al menos, para unos pocos privilegiados.
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La verdad sobre los mitos del género en la cosmética
Cuántas veces hemos oído aquello de que el hombre tiene la piel más grasa por naturaleza o que el cabello de la mujer necesita más cuidados que el del hombre. ¿Cómo es esa verdad popular que afirma que los hombres envejecen mejor que las mujeres y que por eso estas deben cuidarse más que el hombre? ¿Cuánto hay de verdad en todo esto? Vamos a aclararlo.
¿Es la piel del hombre distinta a la de la mujer?
Sí, es cierto que la piel del hombre es más gruesa, también presenta un aspecto más firme y tiene más glándulas sebáceas que la de la mujer. Es una cuestión científica respondida y confirmada sin problemas ni dudas.
Sin embargo, esto no significa que necesariamente tenga que existir una marca específica para hombres. Un producto hidratante, será hidratante para una mujer y para un hombre, y la mayoría de ellos cumplen con las necesidades básicas de hidratación de toda piel; en muchas ocasiones, hasta se pasan. Otra cosa es que nuestra piel sea más o menos grasa, y tengamos que elegir aquel producto que nos engrase más o menos la piel, pero eso es igual para hombres y para mujeres. Depende más de nuestro tipo de piel, que de nuestro género, en resumen.
No hay una justificación realmente seria para creara fórmulas específicas para hombres, salvo que se atienda, quizá, al perfume de las mismas. Pero, de nuevo, la cuestión de los aromas es también una construcción cultural, no científica, y más personal, que una cuestión de géneros. Un hombre quizá no necesite una crema tan hidratante como una mujer, pero hay mujeres que tampoco necesitan una hidratante potente, porque tienen la piel grasa. Es decir, que los productos se deben desarrollar para cubrir una necesidad de un tipo de piel específica, no para un género u otro.
¿Es el cabello de la mujer distinto del cabello del hombre?
Sí, pero no. El cabello de la mujer no es distinto del cabello del hombre, pero el cuero cabelludo sí que puede serlo, y por una razón parecida a la mencionada en el caso de la piel (el cuero cabelludo es parte de la piel), porque puede producir más grasa y ser algo más grueso. El razonamiento es parecido al hecho en el bloque anterior, aunque el hombre tenga ciertas particularidades, sus necesidades responden igual que las de las mujer a ciertos productos, solo tendremos que dar con el producto que mejor vaya a nuestro cabello, o cuero cabelludo, en este caso.
Otra cosa es que nuestra cultura haga que el cabello de la mujer sea diferente. Primero, porque la mujer suele llevar el pelo más largo que el hombre, y un pelo largo requiere generalmente más cuidados, eso es un hecho. Pero además, la mujer, por una cuestión meramente cultural, tiende a cambiar más su estilo de cabello, sometiéndolo en el proceso a tintes y productos transformadores, como el alisado o las permanentes, que pueden dañarlo y que hacen que este requiera muchos más cuidados que un cabello no tratado con estos productos.
De nuevo, aunque existan ciertas diferencias físicas, el hecho de crear gamas específicas para hombre responde únicamente a una cuestión cultural, donde asuntos que no afectan a la eficacia del producto cosmético, como el perfume o el packaging, definen la estrategias de venta de las marcas.
¿Envejece antes/peor la mujer que el hombre?
De nuevo, la respuesta es ambigua. La piel de la mujer y del hombre envejecen de la misma forma (aunque el cerebro de la mujer envejece más lentamente) y al mismo ritmo hasta que llega la menopausia. Eso es lo que nos dice la ciencia. Esa falsa verdad de que los hombres envejecen mejor puede ser debida a la vieja distribución de la sociedad, en la que la mujer se encargaba en exclusiva del cuidado de los hijos, de la casa y todo el enorme volumen de tareas que a esto se asocian, en jornadas interminables y por una cantidad de años equivalente casi a su propia vida, con poco o ningún descanso, además de someter a su cuerpo a procesos tan transformadores como los embarazos y partos, haciendo que su físico se resintiera de todo este esfuerzo extra en mayor medida que el del hombre.
La realidad de la mujer hasta hace muy poco era la de actuar como madre, cocinera, limpiadora, planificadora, cuidadora, siendo la persona sobre la que recaía todo el peso del mantenimiento de una casa y una familia, salvo en el aspecto económico. El deterioro físico que esta situación podía y puede acarrear, así como la falta de tiempo y sueño que conlleva, justifica aquella mención falaz de que el hombre envejece mejor que la mujer. Algunas de las fuentes más grandes de envejecimiento celular tiene que ver con la fatiga constante, la falta de sueño y el estrés, algo que no ha sido nunca exclusivo de la mujer, pero que sí que ha tenido que sufrir muchas veces en mayor medida, debido a la distribución social que ha imperado en nuestra sociedades hasta hace muy poco tiempo. Sin que por ello queramos decir que haya dejado existir. Hemos progresado, pero hay mucho camino por recorrer.
La cuestión cambia, sin embargo, cuando llega la menopausia. La pérdida de los estrógenos impacta en la producción de colágeno, haciendo que la piel pierda elasticidad, alrededor de un 30% del colágeno de la piel se pierde durante los cinco primeros años de menopausia. Esto provoca que la piel empiece a perder tono y ciertas áreas del cuerpo, especialmente del rostro, puedan reflejar esta pérdida de elasticidad. Asimismo, los huesos pierden también consistencia y eso puede redundar en que zonas como pómulos pierdan definición, acentuando aún más esa pérdida de firmeza general en el rostro. Es decir, algo no demasiado agradable.
¿Se justifica que se creen gamas diferenciadas? En este caso, depende, en ciertos casos específicos, sí que tienen sentido fórmulas específicas que ayuden a potenciar la generación de colágeno, por ejemplo, pero mirándolo bien, esas cremas tampoco le vendrían mal a hombres entre esos 50 y 60 años. Lo que no tiene sentido, si hablamos de la eficacia del producto en sí, es crear una gama específica para hombres, los mismos productos que hoy se comercializan para mujer, funcionan igual de bien en el hombre, siempre que se elijan aquellos que mejor vayan con nuestro tipo de piel. Si los hombres no los compran es por una cuestión de gusto, estigma social o un packaging que no les permite asociarse con el producto en cuestión.
Esto último, cuestión fundamental hoy en día, se desprende del enfoque exclusivamente femenino que tienen muchas marcas, sobre todo las más grandes y antiguas, limitando de forma orgánica su espectro de consumidores. Por eso cada vez son más las marcas que juegan con ese concepto genderless, tanto en su formulación como en lo que gama y packaging se refiere.
Una mención aparte merecen los productos de afeitado o para cuidar la barba, cuestión que, de momento, solo puede asociarse al hombre.
Conclusión: más cosmética genderless es lo que hace falta
Salvo en casos muy concretos, la cosmética no justifica una diferenciación por géneros, si nos atenemos a objetivo y eficacia de sus fórmulas. La única justificación para crear gamas divididas por géneros es el negocio, por cuestiones vinculadas al packaging o a ciertos aromas o imagen de producto específica.
En cualquier caso, en Uncanny nos encantan esas marcas que ya han abrazado esta tendencia, lógica y factual, de ser genderless, e intentamos apostar por ellas. Porque congeniamos con su visión del mundo, pero también porque creemos que son marcas que van con la verdad científica por delante.
Sabemos que es un tema controvertido y jugoso, y esta no es más que una opinión que hemos intentado basar en hechos, en la medida de lo posible, pero nos encantará escuchar vuestros comentarios, sugerencias y posibles correcciones a este artículo. ¡No dudéis en comentar lo que queráis!